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El impacto de la moda rápida

El desastroso impacto medioambiental de la industria de la moda

Maya Logan

Al comprar ropa en grandes superficies o a través de plataformas online, es fácil olvidarse de las consecuencias que genera la producción textil. Costes medioambientales y sociales que no se incluyen en el precio de los productos.

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Este artículo ha sido traducido desde el inglés.

La industria de la moda rápida es la segunda más contaminante del planeta tras el petróleo. Tiendas online como Misguided o SHEIN venden prendas a precios asequibles, pero el coste medioambiental es muy alto.

Invertir en moda rápida también significa invertir en sus consecuencias. “Nos encanta cambiar de moda continuamente, pero esta práctica ha creado un verdadero problema de acumulación de residuos”, afirma Sonja Salmon, profesora asociada del Departamento de Ingeniería, Química y Ciencias Textiles de la Universidad Estatal de Carolina del Norte.

Según Nature Reviews Earth & Environment, la industria de la moda es la segunda mayor consumidora de agua del mundo y produce el 10% de  las emisiones de carbono antropogénicas. La rápida distribución de ropa también se produce a costa de pagar mal a los trabajadores, en condiciones laborales generalmente deficientes.

Afrontar las consecuencias

“La industria de la moda tiene que cambiar fundamentalmente para mitigar el impacto medioambiental de la moda rápida”, explica Greg Gangi, director asociado del departamento de tecnología limpia e innovación y profesor de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Gangi afirma que el modelo actual por el que consumimos ropa tiene un impacto negativo en los recursos mundiales.

La fabricación de ropa requiere un tinte textil que utiliza sustancias químicas tóxicas que suelen acabar en los océanos y lagos. “Los residuos tóxicos de estas fábricas contaminan el agua dulce que bebemos y en la que viven los animales”, explica Fushcia-Ann Hoover, científica de sistemas socio-ecológicos de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte. La producción de tejidos también libera microplásticos en el agua.

Las marcas de ropa utilizan tejidos como el poliéster o el nailon que tardan años en biodegradarse. Estos tejidos se convierten entonces en microplásticos, diminutos trozos de plástico no biodegradable. Un informe de 2017 de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza estimó que el lavado de textiles sintéticos como el poliéster genera el 35% de todos los microplásticos en los océanos. A medida que los plásticos se degradan, liberan sustancias químicas como el bisfenol A o BPA. Este producto químico se concentra en los tejidos de los peces, perjudicando en última instancia la cadena alimenticia. “La contaminación por plásticos es perjudicial porque viaja por el suelo y el agua y puede ser consumida por la fauna salvaje, perjudicando así la salud de los animales y de los seres humanos”, afirma Gangi, profesor de la UNC-CH.

Proceso que requiere mucha energía

Convertir las fibras de plástico en textiles requiere energía y productos derivados del petróleo que liberan partículas volátiles en el aire. Las cadenas de suministro requieren diez veces más energía para generar una tonelada de textiles que la producción de una tonelada de vidrio. Las fábricas requieren electricidad para lavar, secar y teñir la tela. El envío de las prendas, a menudo por barco y por camión, libera dióxido de carbono a la atmósfera. Los barcos queman combustible de búnker que contiene 1800 veces más azufre que el combustible de los vehículos nacionales, lo que hace que el transporte marítimo sea uno de los principales componentes contaminantes de la energía.  Desde el procesamiento del hilo y la fabricación de los textiles, hasta el transporte y la venta de la ropa a los clientes, la moda rápida tiene un impacto negativo en el medio ambiente.

La moda rápida también plantea problemas sociales. Un informe de 2018 elaborado por el Departamento de Trabajo de Estados Unidos encontró pruebas de trabajo forzado e infantil en la industria de la moda en Argentina, Brasil, China, India, Indonesia y Filipinas. Tanto el bajo coste de las prendas como el rápido ritmo de producción implican el que muchas empresas subcontraten la producción en otros países. Generalmente, estos son países de renta media y baja.

Gangi explica que las comunidades marginadas son, más que los consumidores, quienes soportan la mayor carga social de la moda rápida.  Diversos estudios muestran que los salarios pagados a los trabajadores en estos países siguen siendo demasiado bajos para cubrir sus necesidades básicas. Además, los trabajadores están expuestos a entornos laborales peligrosos.

El coste del consumo de ropa

Un estudio realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Fundación Ellen MacArthur informó de que se consumían 62 millones de toneladas métricas de ropa en todo el mundo. El informe afirmaba que la moda rápida genera más emisiones de carbono anuales que todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo juntos. El estudio preveía que la moda rápida puede contribuir a un aumento del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero en una década. Muchas prendas acaban en los vertederos, ya que la ropa de menor calidad se degrada tras haber sido usada unas pocas veces. Muchas personas optan por deshacerse de la ropa en lugar de donarla cuando está gastada o ya no está de moda. Este ciclo supone un peligro para la salud pública y el medio ambiente de las comunidades locales, que a menudo albergan vertederos que pueden liberar emisiones tóxicas al aire y filtrar contaminantes a las aguas subterráneas.

Se acabaron los días en los que la gente compraba una camisa y la llevaba durante años. La rapidez de la producción hace que las ventas y los beneficios se antepongan al bienestar de las personas, explica Gangi, profesor en UNC. Tomar medidas de cara a una industria más respetuosa con el medio ambiente, así como el consumo consciente, pueden ayudar a mitigar los efectos del cambio climático.