La agricultura del futuro: utopía o distopía
David López
Innovaciones como la agricultura vertical o la hidroponía han llegado en las últimas décadas al campo de la agricultura, facilitando generosos avances en el ahorro de recursos hídricos y el aumento de la productividad. Pero, ¿cuáles son las motivaciones éticas que mueven a productores y consumidores?
El transhumanismo como corriente cultural e intelectual se ha preocupado de dibujar un mapa bastante elocuente para el destino de la humanidad. Proyecciones como estas pueblan el paradigma cultural de nuestro tiempo. Las imágenes que componen los objetivos de esta corriente son por todos conocidas: Hordas de humanos cyborg con capacidades aumentadas gracias a sus implantes mecánicos, nanotecnología aplicada a la biomedicina que permita alcanzar nuevos horizontes en la cura de enfermedades y un largo etcétera. De hecho, todas estas miradas hacia el futuro tiene un número no despreciable de sombras en nuestro presente inmediato.
El artista Neil Harbisson es un ejemplo de esto último. Es el primer humano reconocido como persona cyborg por un estado. Harbisson es conocido por un llamativo implante craneal que le otorga habilidades de todo tipo: Puede percibir colores invisibles como infrarrojos o ultravioletas, tiene conexión a internet e incluso puede recibir llamadas. Ahora la actividad principal de Neil en la esfera pública es la divulgación y el activismo por los derechos de las personas cyborg que no dejan de aumentar en todo el mundo. Todo el movimiento generado por Harbisson abre una puerta para la utopía. Esta idea de una proyección a futuro no es más que la ideación de un destino deseable. Aún así, es pertinente hacer un viaje a una de las primeras acciones por las que es conocido este activista. En el año 2001 Neil Harbisson destacó por un acto en defensa de los plataneros de una plaza de su pueblo, Mataró. Gracias a la escalada y posterior asentamiento en los árboles evitó la tala de los mismos. Este ejemplo es ilustrativo por lo que se reivindicaba entonces y lo que se reivindica ahora. No quiere decir que Neil Harbisson haya dejado atrás su sensibilidad con el medio ambiente, sino que lo que más llama la atención de él es su activismo en otro campo. La atención mediática en ocasiones vira hacia estas proyecciones futuras y deja de lado cuestiones que nos deberían preocupar en el presente.
Todas estas utopías -que por momentos se vuelven reales- distraen al público y consiguen un efecto de opacamiento de las cuestiones urgentes. Los problemas medioambientales asociados al desarrollo de la actividad humana en el planeta son incontables. Hay multitud de objetivos a corto plazo que requieren de una intervención inmediata por parte de las naciones. Sin embargo, estas ingentes masas de población no van a cambiar su conducta de la noche a la mañana de forma espontánea. Es necesario, más que en cualquier momento previo, focalizar los objetivos que requieren mayor celeridad en la actuación de las personas y además requieren cambios estructurales en nuestra forma de vivir.
La distopía agrícola
En el contexto dibujado con anterioridad, es pertinente esbozar el futuro distópico al que nos vemos abocados si no tomamos decisiones inmediatas. Las estimaciones plantean que en el año 2050 habrá una población de 10.000 millones de personas en el planeta. Aún más preocupante resulta la estimación que hace FAO: “Los datos disponibles sugieren que dos tercios de la población mundial podrían estar viviendo en países con estrés hídrico para el año 2025 si continúan los patrones de consumo actuales.” Todo esto apunta a un corto plazo en el que debería preocuparnos la gestión de los recursos hídricos y la optimización de los mismos. Según la FAO, la agricultura abarca alrededor del 70 % del agua extraída y hasta el 95% en países en vías de desarrollo. La urgencia que requiere solventar la crisis agrícola es de primer orden en nuestro futuro a corto plazo.
La esperanza de la agricultura vertical
Los grandes núcleos poblacionales son hoy los lugares donde más personas se concentran. Esta tendencia se sostendrá en los años venideros. Para 2030 el 60% de la población vivirá en ciudades. Si tenemos en cuenta esta previsión, el siguiente paso es cómo afrontar la alimentación de estas grandes masas de población humana concentradas. Una de las soluciones que se barajan es el desarrollo de la agricultura vertical, con plantaciones que se integren dentro de los núcleos urbanos. Esto ahorraría todos los costes de transporte entre el campo y las ciudades, reduciendo, entre otros, la huella de carbono asociada a todos los alimentos que tienen que ser transportados. Cada metro cuadrado de espacio de suelo dedicado a la agricultura vertical produce aproximadamente la misma cantidad de cultivos de hortalizas que 50 metros cuadrados de tierras agrícolas cultivadas al estilo tradicional. Los beneficios que reporta este tipo de cultivos son una esperanza para la sostenibilidad del sector agrícola.
Hidroponía: alternativa a la agricultura tradicional
Una de las formas en constante progreso de cultivo vertical es la hidroponía. Este modo de producción de vegetales en auge no utiliza suelo como la agricultura tradicional. Incorpora una solución mineral disuelta en agua que alimenta las plantas durante su crecimiento. Estos cultivos forman parte del proceso de producción de vegetales por parte de los humanos desde las civilizaciones antiguas. Los aztecas o los romanos, entre otras civilizaciones, desarrollaron modos de cultivo por hidroponía de forma rudimentaria. Hay varios tipos de sistemas hidropónicos:
- NFT: consiste en crear una película recirculante de solución nutritiva. No requiere de tiempos de medición ni de sustrato.
- Raíz flotante: las plantas se encuentran en una lámina o balsa que flota sobre una solución nutritiva, de manera que sus raíces están sumergidas dentro de la solución nutritiva.
- Aeroponía: técnica en la que las raíces se encuentran suspendidas en el aire y se nebulizan con solución nutritiva cada pocos minutos.
- Flujo y reflujo:el contenedor que alberga a la planta drena la solución nutritiva que se incorpora de nuevo a la planta mediante un circuito.
Lana de roca
La lana de roca es un aislante no combustible, que se utiliza para proteger los edificios ante posibles incendios. Aunque su uso se suscriba al aislamiento de edificios de forma genérica, la implementación de este material al proceso de producción hidropónica supone un avance. La fábrica de la empresa Rockwool -establecida en Caparroso- produce este material que abastece, entre otras cosas, a productores de vegetales por hidroponía. Esta materia permite el uso de un 80% menos de tierra que los cultivos tradicionales, usan un 50% menos de agua, un 58% menos de fertilizantes e incrementa la productividad un 76%. La empresa ha contabilizado también el ahorro que su producto ha reportado en el año 2020, siendo este 109 000 litros de agua, 18.336 toneladas de fertilizantes y un aumento de 2.253 kt la productividad de las verduras.
Como podemos comprobar, la lana de roca es una de las propuestas incipientes en el mercado de la producción hidropónica que apunta a un futuro más sostenible.
Utopía o distopía
Todas las innovaciones en el campo de la agricultura han reportado generosos avances en el ahorro de recursos hídricos y en el aumento de la productividad. Todavía falta mucho por hacer. Pero no solo faltan objetivos por cumplir en el ámbito directo de los logros medioambientales en sí mismos. Queda por dirimir si el relato que conciencia a los productores y a los consumidores está orientado en la dirección correcta. La crítica inicial de este texto sobre el transhumanismo apela a una necesidad de separar lo accesorio de lo urgente. Mientras el avance tecnológico como relato se oriente hacía lo accesorio, el futuro de la vida humana a medio plazo se vuelve incierto. Las utopías son relatos que proyectan hacía el futuro las decisiones que estamos tomando hoy. No habrá humanos mecanizados en una tierra convertida en un erial en el que no se puede cultivar nada. Debemos centrar el relato. Debemos encauzar la utopía y evitar la distopía inminente a la que nos enfrentamos.