El efecto dominó del cambio climático en el Pirineo
Daniel De Luis
La temperatura media de la zona pirenaica ha ido aumentando alrededor de 0,24 ºC por década, desde la década de 1960. Este calentamiento conlleva la desaparición de especies, la llegada de plagas y pone en peligro la sostenibilidad económica de la zona.
Explicar una reacción en cadena es un ejercicio muy sencillo. En su memoria visual, todo el mundo tiene grabada la imagen de una larga hilera de fichas de dominó que, tras caer la primera de estas, se produce porque las demás se ven derribadas consecutivamente. También muchos reconocen -y secundan- un antiguo proverbio chino, que asegura que «El leve aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo».
No obstante, estos planteamientos, sabios e intuitivos, quedan a menudo ignorados en pro de un presentismo arrollador e irresponsable. El comúnmente conocido “efecto mariposa” se asume de manera generalizada, pero cuando este se concreta en diversas problemáticas, las miradas se dirigen hacia otro lado. Esta desatención -denominación muy benévola- la cultivan múltiples factores, pero sin duda uno de ellos es la incorrecta percepción de las magnitudes.
En el caso del cambio climático, cuando se explica una larga concatenación de causas y efectos, se ha de aspirar a abarcar cada ficha. Aunque esto ya se acostumbra a hacer, una búsqueda rápida de noticias demuestra que las actualizaciones periódicas de problemas medioambientales vigentes parecen fragmentar el conjunto de los hechos. La actualidad se desliga de este conjunto, a pesar de que todo está entrelazado. En este sentido, la frase grave no ha de ser: “Los niveles de nieve del Pirineo decrecen x centímetros este año”. La frase grave -y completa- es: “Los niveles de nieve del Pirineo decrecen x centímetros este año, comprometiendo el equilibrio de su delicado ecosistema y amenazando directamente a los paisanos, que pierden cultivos y horas de trabajo en el sector turístico”.
Los estudios intensivos y constantes en el Pirineo convierten la zona en un entorno todavía más singular. Cada una de las “fichas del dominó” está muy bien documentada, gracias a la labor del Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC), en cuyos informes se sustenta buena parte de este artículo. Ese efecto dominó del que forman parte estas fichas no es muy esperanzador. Múltiples localidades, que se ven surcadas por la cordillera, sufren conjuntamente los efectos derivados de un imparable y peligroso aumento en la temperatura media.
En los últimos sesenta años, la temperatura media de la zona pirenaica ha ido aumentando alrededor de 0,24 ºC por década: un crecimiento anormal. La velocidad a la que escala la temperatura es desmesurada, incluso al compararse con épocas pasadas de calentamiento. El clima pirenaico es el primer damnificado de estos grados de más. Bruscos cambios meteorológicos arremeten contra la cordillera que, a pesar de que atraviesa épocas pluviales y nivales de mayor intensidad, se estima que en 30 años puede ver disminuido su manto de nieve a la mitad, además de que la permanencia en suelo de la misma puede ser de un mes menos.
Efectos en la fauna y la flora
En este contexto de turbulencia meteorológica y de calentamiento acelerado, la vida autóctona se lleva una de las peores partes. Tanto flora como fauna están sufriendo graves pérdidas y algunas de las especies están siendo esquilmadas, debido a que no son capaces de sobrevivir al extenso abanico de condiciones hostiles que se ha convertido en lo normal para el Pirineo.
El OPCC indica en uno de sus últimos informes, que aquellos animales más sensibles, como pueden ser las aves y los anfibios, están disminuyendo su productividad y, por ende, su abundancia. Incluso hay casos, como el de la perdiz nival, en los que la especie no solo merma, sino que también sufre alteraciones físicas.
Sin embargo, el caso más dramático es el de los anfibios, muy susceptibles a cualquier variación atmosférica -más en concreto a la humedad, que precisamente está decreciendo por la escasez de una planta sobre la que se profundizará en breve. Especies autóctonas como el tritón pirenaico o la rana pirenaica son noticia por los pocos ejemplares que quedan. De hecho, el caso de la rana pirenaica es profundamente dramático para las zonas de la cordillera que la albergan: el Pirineo Navarro y el Pirineo Aragonés. Buena parte de este pequeño anfibio, que se encuentra en peligro de extinción, sufre de ranavirus. Un hábitat alterado y contaminado por la actividad humana propicia la aparición de este virus entre las ranas. Recientemente, el acuario de Zaragoza ha anunciado la cría en cautividad con éxito de 250 ejemplares, de los cuales serán puestos en libertad 220. No obstante, si las condiciones siguen sin ser propicias, estos ejemplares correrán la misma suerte.
La flora también atraviesa grandes cambios en su hábitat. Aquellos animales que se pueden desplazar, ocupan terrenos de mayor altitud que se asemejan más a las condiciones sostenibles para su vida. Esto desequilibra el ecosistema: las plantas no se pueden desplazar y las condiciones de su entorno cambian sustancialmente. Además, se ven afectadas gravemente por la escasez de nieve: una de las primeras piezas de este efecto dominó. La falta de nieve impide que las plantas queden aisladas correctamente en invierno, aumentando así las posibilidades de que estas perezcan. Otro de los grandes problemas para la flora es la presencia de plagas, atraídas por el calor y más curtidas que las especies autóctonas.
El bojedal de los Pirineos, junto al ubicado en la región sur de los Alpes, es uno de los mayores del mundo. Se trata de una planta muy rica y útil para la vida en la zona, dado que genera altos niveles de humedad. Esta humedad permite desarrollarse, bajo las condiciones adecuadas, a buena parte de la flora restante que compone el paisaje pirenaico. Dada la alta presencia y relevancia que tiene en la zona el boj -más concretamente el buxus sempervirens-, toda condición que afecte negativamente a este particular humidificador se convierte en una gran amenaza para el ecosistema de la cordillera. Presente en casi el 80% de los Pirineos, el buxus sempervirens sufre los ataques de la Cydalida Perspectalis: una polilla invasora que se alimenta de boj.
Efectos económicos
Toda esta problemática de plagas y condiciones atmosféricas adversas puede quedar lejana cuando se habla de la rana pirenaica o del boj, pero no se trata de las únicas víctimas de los efectos del cambio climático en el Pirineo. Todas estas condiciones indeseables derivan, en última instancia, en impactos socioeconómicos significativos. Los cultivos, al igual que el resto de la flora, son menos productivos y susceptibles a las plagas. La temporada de nieve, que tanto turismo atrae y tantos puestos de trabajo genera, cada vez empieza más tarde y dura menos. También se genera menos energía hidráulica durante los periodos acentuados de escasez fluvial. A todo esto se le suma una creciente periodicidad de episodios de clima extremo como inundaciones u olas de calor, que evidentemente pueden llegar a tener serias repercusiones sobre el curso de la vida humana en las localidades pirenaicas.
¿Cómo enmendar la situación del Pirineo si todo está tan crudo? La investigación científica es la clave para detectar, tratar y comunicar la delicada situación de la cordillera fronteriza. Todo este trabajo de campo que realizan las comunidades científicas locales es el humus que propicia el cambio. Analizar la situación in situ, pese a que pueda abrir más cuestiones, es la vía para concienciar con datos de calidad y para formular propuestas con sentido y avaladas. Este macrofenómeno, compuesto por pequeñas piezas de dominó, necesita muchos efectivos y muy apasionados por su trabajo.