El noroeste ibérico, principal foco de los incendios foretales en la Península
Javier Araújo Fernández-Miranda
Casi dos tercios de los incendios forestales en la Península Ibérica se producen en el noroeste, especialmente en Galicia, y más del 90% son causados directamente por el ser humano, ya sea por negligencia o de manera intencionada.
Últimamente está aumentando la preocupación por los incendios forestales, debido a la creciente atención que recibe el cuidado del medio ambiente en los medios. Es lógico pensar que el fuego potencia el calentamiento global al destruir los bosques, dado que las plantas absorben gases de efecto invernadero, mientras que las llamas los emiten.
Greenpeace estima que la masa total de estas emisiones corresponde a la cuarta parte de la que provoca el uso de combustibles fósiles, es decir, una masa considerable. Aunque se encuentran bastantes dificultades a la hora de medir esa magnitud porque algunos de los países con más incendios -Brasil, Rusia, Indonesia y diversas regiones de África central- no cuentan con recursos muy fiables para realizar esas medidas. Con todo, los incendios también causan otros daños sobre los propietarios de las zonas calcinadas, los animales que las habitan, víctimas humanas mortales, el coste económico que supone apagarlos…
Las consecuencias de los incendios son fáciles de entender. Sin embargo, las causas y, sobre todo, su prevención, son más complicadas. Primero hay que entender que, en un país como España, hay miles de incendios al año, pero más de la mitad de ellos suelen extinguirse antes de propagarse lo más mínimo. Así pues, el problema no es la cantidad de incendios, sino la extrema virulencia de unos pocos, los llamados incendios de sexta generación, que son los que calcinan el grueso de las hectáreas afectadas al año.
National Geographic apunta a tres factores principales que influyen en la propagación de estos macro incendios: las igniciones, la proximidad y abundancia de los bosques y la sequía. Pero, de estos tres, sólo las igniciones son el verdadero factor causante, los otros dos son factores agravantes, que pueden convertir un incendio modesto en uno catastrófico, si ambos sobrepasan cierto umbral de peligro.
Debido a la complejidad de las causas, nos encontramos con que la zona de mayor riesgo de incendios en la Península Ibérica es el noroeste, que comprende las regiones costeras desde San Sebastián hasta Lisboa, así como Zamora, León y Orense. Casi dos tercios de los incendios se producen en esta región y, solo en Galicia, un tercio del total, unos 6.000 siniestros anuales. En Portugal, en torno al 90% ocurren al norte de Lisboa.
Estas cifras llaman la atención porque se trata justo de las zonas más frías y húmedas. Parece contradictorio, pero precisamente por ese clima húmedo, el noroeste es una región con muchos bosques, es decir, es una región muy inflamable. Es curioso que los dos factores agravantes que señala National Geographic actúen como vasos comunicantes. Cuanto más seca es una región, menos bosque tiene. En este caso, da la sensación de que el factor más relevante es la continuidad de la flora, es decir, la abundancia de bosques. Descartar el factor de la sequía implicaría una menor influencia del cambio climático, fenómeno relacionado con el aumento de la sequía, en la propagación de los incendios.
Sin embargo, según National Geographic tienen que darse los dos factores a la vez para generar macro incendios. Es ahí cuando entran en juego las olas de calor. Si nos fijamos en los dos peores años de la década pasada en cuanto a incendios, es decir, en 2012 y 2017, nos damos cuenta de que hubo olas de calor cuando se dieron los fuegos de mayor virulencia. Así que el cambio climático sí tiene un papel relevante, a fin de cuentas.
No obstante, lo que hace más peculiar a esta región no son los factores agravantes sino el causante de los incendios, las ya mencionadas igniciones. Según el Ministerio de Agricultura y Pesca, el 96% de los incendios son provocados por el ser humano, ya sea por negligencia o de manera intencionada.
A una persona de ciudad le puede parecer una locura que haya incendios intencionados, pero la realidad es que hay muchos y, concretamente, en el noroeste peninsular suponen el 70%, el 80% si nos limitamos a Galicia. Una parte muy pequeña de esta porción viene de la mano de pirómanos, personas con un desorden psicológico que les provoca atracción hacia el fuego y sus efectos.
Otra parte, también modesta, procede de venganzas en disputas entre propietarios de terrenos. Pero la mayor parte corresponde a prácticas como la regeneración de pastos o la quema de rastrojos, la apertura de zonas para favorecer la caza o para ahuyentar a lobos y otras amenazas. Estas prácticas están especialmente arraigadas en el noroeste, pero se dan también en toda la península y en todo el mundo en general.
Esto se debe a que el uso controlado del fuego es, a priori, beneficioso para ayudar a que diversas especies de plantas germinen o desarrollen corazas naturales, como puede ser el corcho de los alcornoques. El problema es que ese uso está dejando de ser beneficioso porque, o bien se abusa de él, o bien se emplea de un modo que funcionaría en un clima como el de principios del siglo XX, pero no en un clima como el de ahora, más inestable.
En conclusión, los incendios suponen uno de los muchos factores potenciadores del efecto invernadero y, a su vez, son potenciados por éste, creando un círculo vicioso que puede empeorar si no se controla. Pero también cabe matizar que hay otros motivos, algunos más decisivos, a la hora de causar los incendios. Unos motivos que se dan de una manera particularmente pronunciada en el noroeste ibérico, convirtiéndola en la zona peninsular de mayor riesgo de incendios de sexta generación.